El mundo está lleno de tanto ruido. Lo veo en las noticias, en la calle, en las redes sociales. Y muchas veces cuando estamos en silencio no lo soportamos: prendemos el televisor o ponemos música. Tanto ruido externo me hace apreciar los pocos ratos de silencio y quietud que tengo. Aunque a veces el silencio puede ser ensordecedor, puede aturdir. Yo personalmente escucho un ruido en mis oídos todo el día, y ni hablar de mis pensamientos, que suelen ir a mil por hora. Cada día empiezo a darle más importancia y prioridad a mis ratitos de quietud y silencio. Qué importante es para mi desconectarme un rato de las pantallas y conectarme con el mundo real, conectarme con la quietud.
Escribir a mano todas las mañanas es ese momento sagrado del día, donde logro ordenar mis pensamientos y enseñar a mis emociones a volar en formación. Cuando logro olvidarme de las distracciones es cuando mi creatividad realmente empieza a fluir. Sino, vivo en una constante lucha de ver cuál pantalla se lleva mi atención.
Mi meta para lo que queda del año es bajarle a las pantallas y tratar de encontrar más momentos de quietud en mi día a día. Ya lo he encontrado cuando escribo, cuando salgo a caminar, cuando juego tenis, o cuando me leo un buen libro. También cuando cocino.
No quiero estar constantemente scrolling en una red social para satisfacer mi cerebro adicto a la dopamina. Ahora que llevo 25 días sin café, pienso más claramente. Siento una paz extraña, que no recuerdo haber sentido antes. El café me llenaba de urgencia y ansiedad por hacer las cosas y ni siquiera me había dado cuenta. Había normalizado estar todo el tiempo corriendo, con los pensamientos a mil, sin cuestionarlos nunca. Simplemente aceptándolos porque pensaba que era normal que estuvieran ahí, que eran parte de mi. Pero quizás no. Quizás la cafeína si altera a las mentes que tienden a la ansiedad, como la mía.
Hoy viendo hacia atrás y comparando mi vida con cómo estaba hace un año, siento que he mejorado muchísimo. Siento mucha más paz, tranquilidad y satisfacción.
Quizás sea el café, o quizás sea mi constancia con la escritura, quizás sea que ya no estoy organizando una boda, o quizás que dejé ir a clientes tóxicos. Quizás sea una mezcla de todas esas cosas. Quizás sean todos esos momentos de quietud en medio de tanto caos.
Apagar el ruido externo, para que lo interno fluya.
Estoy en mi etapa de quietud.
Hay etapas para todo, y quizás tus etapas de quietud son necesarias para el desarrollo de tu propósito divino.
A veces tendemos a vivir inconformes, siempre queremos más, y muchos vivimos buscando ese ‘más’ constantemente. Las etapas de quietud son períodos en donde tengo mucho tiempo.
¿Por qué siento la necesidad de estar todo el tiempo ocupada, si es en mis etapas de quietud donde suceden las cosas más maravillosas? Mi mente busca la adrenalina, el estrés.
Y al ver todo lo que está pasando a mi alrededor, en un mundo lleno de violencia, no puedo sino agradecer por la quietud.
Agradecer por estar en mi casa y poder trabajar desde aquí.
Agradecer porque nunca me falta nada y vivo cómoda.
Agradecer porque tengo tiempo suficiente para explorar mi creatividad.
Agradecer porque he podido construir una vida que amo, con sus altos y bajos.
Agradecer porque, a pesar de que no vivo en el país más seguro, estoy bien aquí en mi entorno.
Agradecer porque tengo libertad de ir a donde quiera.
Agradecer por estar viva. Porque a veces la vida es tan simple como que estás respirando.
(Esta última frase la vi una vez escrita en un post it en la nevera en casa de mi prima, y me impactó para siempre. A veces la vida es tan simple como respirar)
El ruido aturde, bloquea, molesta. La quietud da paz y promueve la creatividad... tan sencillo como eso. 🫶
Yo era de los de tomarse 4-5 cafés diarios. Aparte del imprescindible café con leche de la mañana, tomaba otros con diferentes “excusas”: media mañana, después de almorzar, el de media tarde, el de quitarse el sueño, etc, además estaban potenciados a la n porque fumaba. Ahora solo tomo uno con leche y eventualmente otro en la tarde. Si bien me encanta el aroma y ese inigualable sabor del café, desde que lo deje me ha ido muy bien. No siento esa necesidad u obligación de tomarme un café y puedo usar el tiempo para otras actividades más productivas.