Volví a casa la semana pasada y tenía casi un mes sin escribir. Estuve de viaje desde finales de octubre y me prometí a mí misma que no iba a descuidar mis hábitos que he estado cultivando este último año: escribir, hacer ejercicio, publicar en Substack. Sin embargo, la vida tuvo otros planes y hoy quiero hablar un poco de eso.
Nunca he sido muy fanática de las rutinas. Ir al colegio o a la universidad a la misma hora todos los días era una tortura para mi. Repetir la misma rutina una y otra vez me parecía muy tedioso y no me podía imaginar mi vida yendo a una oficina de 9 a 5 por el resto de mis días. Creo que en parte esa fue una de las razones por las que empecé a trabajar freelance como fotógrafa. Me encanta que ninguno de mis días es igual a otro, que siempre estoy trabajando con personas diferentes y en lugares diferentes. Que puedo darle lugar a mi rutina para que cambie constantemente. Sin embargo, en los últimos meses me había dado cuenta que hay ciertas rutinas que si me gustan y me hacen bien. Y más que rutinas, se han convertido en una especie de kit de herramientas para manejar la ansiedad y el estrés del día a día. Una de esas, es escribir a mano. Hago journaling desde hace un par de años y se ha convertido en parte esencial de mi vida. Otra de esas rutinas es publicar en Substack, que prácticamente es una extensión de mi journaling pero digital. Esta publicación es donde integro todos los pensamientos/sentimientos que expreso cuando escribo a mano. Hacer ejercicio ha sido otra de mis rutinas constantes en los últimos meses. Lo hago en mi casa siguiendo un programa online y me he enamorado del proceso tanto como de los resultados.
Estas 3 cosas se convirtieron en mis no-negociables al vivir en un país atascado en una crisis energética que te obliga a cambiar constantemente tu rutina para poder sobrevivir. En Ecuador hemos estado viviendo cortes de luz desde hace un par de meses. Algunos muy difíciles (de más de 14 horas al día) y que han obligado a muchas personas a cambiar por completo sus rutinas. Así que en vista de la situación en el país, decidí irme de viaje y pasar la mayor parte de Noviembre visitando familia y amigos y además trabajando, tomando fotos allá e igual manteniendo mis clientes de redes sociales de acá.
Noviembre y Diciembre suelen ser ‘busy season’, la temporada más complicada para fotógrafos, emprendedores y creadores de contenido. El cierre de año pone a la gente a correr y hay muchas cosas sucediendo simultáneamente, por eso yo sentía tan importante continuar con mis rutinas que me ayudan a mantener a raya el estrés de la temporada. Me fui de viaje con mi journal y literalmente lo llevé a pasear. Porque en todas las 3 semanas de viaje no lo abrí ni una vez. Al igual que Substack. Venía de ser muy constante publicando casi todas las semanas, a desaparecer por más de un mes sin explicación alguna. Hace un año me hubiera sentido extremadamente culpable por eso. Intenté ser constante con el ejercicio los primeros días pero luego me enfermé con una gripe terrible que no me permitía ni pararme de la cama, y ahí entendí que era una señal de mi cuerpo. De que necesitaba cuidar mi energía. No desperdiciarla. Dormir mucho. Acostarme temprano. Descansar. Vivir un día a la vez. O llevándolo más allá, vivir un momento a la vez.
Hoy, entiendo que me costó mantener mi rutina porque todo a mi alrededor cambió mucho. Me di el permiso de utilizar mi energía de manera diferente. Y cuando hablo de energía, no me refiero a nada místico, sino simplemente al ‘combustible’ que tengo cada día para vivir, literalmente. Me costó, pero me di permiso de parar un poco en medio de tanto cambio. Cambié mis ratos de cumplir mis hábitos por estar más tiempo descansando, o más tiempo presente con mi familia.
Qué concepto tan revolucionario para mi, este de vivir un momento a la vez. Mis pensamientos suelen viajar a mil por hora. Siempre se van más allá. Viven angustiados por lo que va a pasar en el futuro, en una semana, en un mes, en un año. Detenerlos y hacer que vuelvan a mi siempre ha sido un reto. Pero a principios del mes me encontré con estas palabras mágicas que me ayudaron muchísimo a bajar la ansiedad: vamos un día a la vez. Me prohibí a mí misma preocuparme y angustiarme por cosas que estaban más allá del hoy. Lo hablé con mi psicóloga antes de irme y le comenté que estaba sintiendo mucha ansiedad por tener sesiones de fotos planificadas con tanta anticipación, sin saber muy bien por qué.
La buena noticia es que logré transformar esa angustia en acción. Logré cumplir con todo lo que tenía que hacer, simplemente acordándome de esas palabras mágicas: día a día. Fue como re-cablear mis conexiones neuronales. Hasta Dios me lo decía por todos lados, en forma de mensajes, notificaciones, e incluso canciones. Decidí ponerlo de fondo de pantalla en mi celular para acordarme todos los días que no debo preocuparme por el futuro. Y así fue. Cada vez que lo veía me acordaba. Aunque la vida me mande pruebas, cambios y situaciones molestas, e incómodas, sé que igual las podré superar si voy día a día.
Así que con esta misma ‘energía’ quiero entrar a Diciembre, y al 2025. Si eres una persona ansiosa como yo, y tus pensamientos se van mucho hacia el futuro, pónles un STOP. Repítelo todo el tiempo: vamos día a día, vamos momento a momento.
Con amor,
Adri
Así es paso a paso, con mucha gentileza 🤍🫧es bonito leerte
Que bueno encontrar otra fotografa latinoamericana en Substack! Todo lo que contas me resuena mucho. Hay que escuchar el cuerpo, saber cuando frenar y no culparse por no poder cumplir siempre con la rutina que uno se auto-impone. Un saludo ❤️