Hay ciudades que son mías. Unas más mías que otras.
Hay ciudades en donde me siento en casa sin haber ido nunca, y otras que me incomodan tanto a pesar de ser mi zona de comfort.
Hay ciudades que crecen contigo y otras que te quedan pequeñas a medida que vas creciendo.
Y hay otras que se sienten tan grandes que piensas que nunca las vas a alcanzar.
Hay ciudades que se mueven tan rápido que sientes que corres una carrera interminable, y otras que son tan pero tan lentas que terminas aburriéndote.
Ninguna ciudad lo tiene todo. Y en mi búsqueda constante de cuál es la mejor ciudad para vivir, quizás me voy dando cuenta de que la respuesta siempre es la misma: ninguna y todas. Así de contradictorio.
Quizás no estamos destinados a casarnos con una ciudad para siempre, así como cuando elegimos un compañero de vida.
Esa permanencia siempre me ha dado miedo.
Ese “para siempre” me aterra.
En mi vida me he mudado muchas veces. He cambiado de ciudad como de ropa, algunas veces por razones de fuerza mayor y otras veces por decisión propia. Cada vez que me mudo paso por distintas etapas, todas presentes pero en orden aleatorio:
La ilusión: La emoción de empezar de cero en un lugar nuevo. De romantizar las nuevas rutinas y disfrutar el cambio. Es la etapa de luna de miel.
El duelo: usualmente viene después de la ilusión, cuando empiezas a extrañar la ciudad anterior y a comparar tu vida. Esta etapa duele, valga la redundancia. Hay muchas lágrimas. Es una herida. Es cíclica y muchas veces no se va. Se repite en diferentes momentos.
La adaptación: suele ir marcada por un AHA moment en el que te das cuenta y aceptas tu nueva normalidad. Como cuando te reconoce el barista de tu nueva cafetería favorita. Te sientes en paz. En casa. En territorio familiar.
La frustración: esta etapa viene cargada de ira, rabia, comparación y ganas de salir corriendo. Puede aparecer entre todas las etapas. Puede llegar a un punto de quiebre en el que decidas irte y empezar de nuevo el ciclo, en otra ciudad. Puede que ese punto nunca llegue y vivas lowkey frustrado.
Mis ciudades son como relaciones.
Caracas
En Caracas y Maracaibo, donde viví de pequeña, no tuve mucha independencia. Era pequeña. Pero recuerdo a Caracas como mi ciudad favorita para vivir. En mi opinión, si lo tenía todo.
Todos sabemos qué pasó. Me fui de ahí muy pronto (como miles, millones de venezolanos que ahora están por el mundo).
Caracas es el amor de mi vida, que por cosas de la vida, fuimos separados y nunca más pudimos estar juntos. Y llevamos más de 10 años sin vernos. Y tengo miedo de que al verla de nuevo, quiera volver. El único “para siempre” que considero.
Buenos Aires
Mi relación más larga -y más inestable. Esta si que fue una montaña rusa de emociones. Crecimos juntas y pasamos por tanto. Repetimos los ciclos una y otra vez, en desorden. Nuestra historia terminó varias veces y volvió a empezar. Y tengo el presentimiento de que aún no termina. Fue toda una vida dentro de mi vida. Fueron mis años más importantes. Tuve etapas de amarla mucho y etapas de odiarla. Muy extremista. Pero cada vez que me voy, la extraño, SIEMPRE. Siempre será una parte de mi.
Buenos Aires es ese ex un poco problemático, pero que me enseñó a vivir. Mi historia con él nunca termina.
Madrid.
Un amor de verano, aunque duró más que eso. Miro hacia atrás y todo fue perfecto. Lo tengo idealizado en mi mente porque la pasamos muy bien. Maduramos. Me enseñó a ser independiente, a divertirme, a hacer amigos. Me hizo sentir en casa, porque no era de ahí pero sentía que si. Me reconectó con mis ancestros y mi familia lejana.
Madrid es ese amor de verano al que siempre prometo volver.
Miami
Pensé que nuestra historia iba a durar, pero qué equivocada estuve. Pensé que era forever material pero no lo aguanté por mucho tiempo. Me dio mil oportunidades, y me las sigue dando. Pero el golpe me dolió mucho.* No puedo olvidarlo. Todo está bien ahora, pero nuestra relación no será la misma. Me hizo sentir sola.
Miami es ese ex con el que pensé que me iba a casar, pero me decepcionó. No es lo que parece.
*Tuve un accidente automovilístico que me afectó emocionalmente (no tanto físicamente)
Guayaquil
Mi amor actual. Cuando lo conocí, fue amor a primera vista. Se sintió tan familiar. Me recibió y me hizo sentir como en casa. Pero con el tiempo, se ha vuelto tan violento e inseguro. Yo sigo viendo lo hermoso, pero me duelen sus actitudes agresivas. Quizás es hora de separarnos.
¿o lo seguimos intentando?
—-
Esta historia aún no termina. Está siendo escrita.
Quizás mi lugar en el mundo está justamente ahí, en el movimiento.
Quizás ninguna ciudad es mía.
Quizás todas lo son.
- Adri
Precioso post, me ha conmovido mucho.
Comparto ese sentimiento de “todas y ninguna”. Antes tenía mucho miedo de no tener una ciudad que fuera “mi ciudad” y en la que estar siempre (por miedo al cambio), pero ahora me ocurre lo contrario. Estoy deseando conocer más ciudades que hacer mías.
Saludos desde Valencia (España).
¡Qué lindo! De acuerdo en tantas cosas.... y divina la foto de Madrid. Escribí un artículo hace algún tiempo sobre la química con las ciudades, que surge o no, al igual que nos pasa con las personas. Con cada experiencia nueva, creo confirmar que es así. Nos amamos o es necesario que vayamos por caminos distintos. ¡Abrazo!