Para nadie es un secreto que las personas creativas tendemos a ser muy emotivas también. Yo siempre digo que es el precio que hay que pagar por crear, viene con una carga emocional. El problema está cuando esas emociones nos aturden y no nos dejan en paz. A mí me pasa mucho. Vivimos en la época del hustle culture, mientras más ocupado y productivo estés en tu día a día, mejor. Pero a mí se me hace muy difícil ser creativa, y pensar en buenas ideas, cuando estoy corriendo de un lado para otro. De hecho siento que mi creatividad fluye mejor cuando tengo mi agenda libre, ningún lugar en el que estar y ninguna notificación en el celular que me interrumpa. Por eso me ha tocado últimamente ponerle pausa a la vida, y darle tiempo a lo verdaderamente importante. Ponerle pausa a la vida no necesariamente significa dejar de hacer TODO, dejar de trabajar, dejar mis proyectos. Ponerle pausa a la vida: han sido unos meses de aprender a decir que no, poner límites, empezar a hacer las cosas que me gustan sólo por hacerlas y no para sacar ningún provecho de ellas.
Junto con mi psicóloga, he aprendido a identificar las técnicas que me sirven para controlar mi ansiedad, y aún más difícil que identificarlas es ponerlas en práctica. Es un trabajo del día a día: armar rutinas para sentirte bien. Saber qué hacer en caso de emergencia.
(Cuando digo emergencia me refiero a esos días en donde la ansiedad es muy fuerte, me despierto con all the feels, extrañando, preocupada, sintiendo que estoy haciendo todo mal y que no estoy llegando a ningún lado con ello).
Así que para mantener sana a mi creatividad, debo aprender a manejar mi ansiedad, mediante las siguientes técnicas:
Ejercicio o movimiento. Es mi remedio infalible para la ansiedad. Es que cuando estás haciendo ejercicio, nada más importa, solo las repeticiones y cómo estás moviendo tu cuerpo en ese momento. Hubo una época de mi vida en la que necesitaba hacer ejercicio muy intenso para dejar de sentir tantas cosas (boxeo y funcional) pero a la larga me he dado cuenta que eso sólo me trae más estrés, y he aprendido a escuchar a mi cuerpo y darle el movimiento que necesita. A veces me pide estiramientos, ejercicios más tranquilos como pilates, o simplemente una caminata larga con mi perro. Lo más importante es que he aprendido a no juzgarme si un día necesito descansar.
Decir que no. Hay veces que diciendo que no, te dices que sí a ti. Soy una people-pleaser por excelencia, y poner límites me cuesta un montón, desde el ámbito personal hasta en mi trabajo con clientes. En terapia me he dado cuenta que los límites que más me cuesta poner son a mí misma, y que tengo que empezar por ahí para poder poner límites a los demás. Muchas veces digo que quiero algo, y no lo cumplo ni honro mis deseos, lo cual me genera mucha más ansiedad a largo plazo. Poder decirme: “Adriana, esto no. Vas a estar bien.” ha cambiado mi vida porque he aprendido a escucharme y a identificar lo que quiero y lo que no quiero. Ponerme límites a mi misma, y luego a los demás.
Hacer esas pequeñas cosas que me gustan. Nuestro día a día a veces es tan ocupado que se nos olvida que la vida también es para disfrutar. Desde que sé qué cosas me hacen bien, trato de incluirlas en mi rutina, idealmente todos los días, pero tampoco me juzgo si no puedo hacerlo todos los días. Se trata de esas cosas que disfruto hacer y donde me siento más como yo: tomar sol, leer, ver mi serie favorita, escuchar música, pintar, tomar fotos solo por amor al arte, pasear, ir a tomar un café.
Terapia: La terapia psicológica ha sido sumamente importante para mí. He aprendido tantas cosas de mí misma. Y aunque a veces me desespero porque no veo resultados inmediatamente, cuando veo hacia atrás me doy cuenta de todo lo que he aprendido. No tienes que tener algún problema grave para ir al psicólogo. Yo voy para aprender a canalizar y manejar mis emociones para ser mi mejor versión.
Dejar la adicción al celular. Se me hace difícil desconectarme, porque es parte de mi trabajo. Pero qué bien se siente desconectarse. En este momento no es factible desconectarme al 100% los fines de semana. Es algo que quisiera hacer pero sé que en este momento no puedo por trabajo. Sin embargo, trato de desconectarme del celular en las mañanas y en las noches. Que no sea lo primero que veo cuando me levanto ni lo último que veo cuando me acuesto. Las redes sociales de por sí me generan mucha ansiedad, así que estoy tratando de limitar mi tiempo en ellas para no quemarme. Y las notificaciones siempre apagadas. Reviso el celular cuando tengo tiempo, no cuando me llega una notificación. Sí, me he vuelto una de esas personas que nunca contestan las llamadas, pero juro que es por mi salud mental, y que me hace sentir mucho mejor.