¿Por qué nos desesperamos por ver los frutos y las flores cuando apenas estamos sembrando las semillas?
Los últimos meses de mi vida me han servido para darme cuenta de que para poder sembrar esas semillas, necesitamos tierra fértil. Y no, no estoy hablando de jardinería. Aunque quizás sí de jardinería para el alma. Tener mis propias plantas me ha ayudado mucho a entender el proceso.
Cuando uno llega a la adultez atraviesa muchos cambios, y estos cambios pueden ser dolorosos, molestos e incómodos. A veces siento que he desperdiciado horas, días y lágrimas en lamentarme porque aún no veo los frutos. Hoy me doy cuenta que todas esas lágrimas no son más que agua para mis semillas. Pero para poder sembrar esas semillas, hay que preparar la tierra. Hay que quitar “el monte”, las raíces venenosas y las plagas que evitan que esa semilla crezca. Así mismo es mi corazón. Y la vida misma.
Quitar las impurezas es un proceso muy tedioso. Y es un trabajo de constancia. A veces crees que eliminaste las plantas venenosas y estas vuelven a crecer. Hay que arrancarlas de raíz, y no es fácil. Y realmente no es algo que los humanos podamos hacer solos: siempre he creído que es un trabajo divino, porque con mis propios esfuerzos no bastaba, me sentía insegura y frustrada como una jardinera principiante tratando de remover malezas enormes. No soy un trabajo terminado - soy una obra en proceso, y me arriesgaría a decir que este trabajo nunca termina, pero hay etapas que sí. Y sé que mi etapa de ver las flores y los frutos está muy cerca. Por eso siento calma en el proceso. Lo siento muy cercano cuando veo a mi Monstera creciendo: empezó en mi sala como una plantita de 3 hojas, y poco a poco se está convirtiendo en lo que está destinada a ser: una planta hermosa y abundante.
Sé que es difícil manejar la ansiedad y no desesperarse por ver el resultado antes de haber vivido todo el proceso, y no compararse con otras personas que ya están ahí. Que sirvan de guía y de inspiración, pero nunca para hacerte sentir menos. Créeme, yo he estado ahí y he necesitado muchas horas de terapia, oraciones, cartas a Dios, paciencia, amor propio y auto-compasión para encontrar la calma, y como las estaciones del año, es un proceso cíclico. Por eso quiero escribir lo que me hubiese gustado leer, con los consejos que me hubiese gustado escuchar, con esa vocecita que me diga que todo va a estar bien, pero que no hay forma de saltarse el proceso, porque tus errores son tuyos y forman parte de él. Y el que escucha muchos consejos, termina cometiendo errores de otros. Así que mi misión no es decirte qué hacer, ni cuál camino tomar. Mi misión es empoderarte para que vivas tu proceso de la forma más sana posible, cometiendo tus errores y eligiendo las herramientas que mejor te funcionen para empezar a vivir una vida creativa, y lo más importante, para encontrar tu propósito divino.
Porque yo creo que Dios nos puso a todos en la Tierra con un propósito, algunas personas lo encuentran muy rápido y otras se demoran un poco más. Una vida con propósito le da sentido a tus días, a tu trabajo, y ¿por qué no? A tu arte.
Muchas veces me pregunté por qué me gusta tanto leer (especialmente libros de autoayuda). El haber leído tantos libros a lo largo de mi vida, algo que antes desestimaba como un simple hobbie, me ha preparado como tierra fértil para este momento. Llegó mi momento de escribir, porque escribir es parte de mi propósito. Pero han pasado muchas cosas en mi vida para darme cuenta de eso. Digamos que siempre lo tuve claro, pero me desvié muchas veces en el camino. Me dediqué a otras cosas, que igual disfrutaba, porque estaban dentro de mi zona de excelencia. Pero escribir es mi zona de genio. Es mi zona de comfort, pero en el buen sentido, porque aquí me siento cómoda. Pero no escribir para vender, sino escribir para conectar. Escribir para expresar, escribir para sanar. Y da mucho miedo, dar el gran salto, pero qué necesario es. Ahora lo veo así. Y cuánta falta me hacía: vivir conectada a mi propósito.
Hace tiempo que tenía dormido mi amor por la escritura, pero gracias a mis páginas matutinas, cuadernos que invitan a escribir a mano, muchos ratos de silencio e incluso este Substack, este año lo retomé y no pienso dejarlo ir. Se me metió en la cabeza hacer un libro que una mis pasiones: fotos que he tomado de las flores que más me gustan y una recopilación de poemas y escritos cortos que he estado escribiendo este año. Y lo he llamado Florecer. Ya voy por la página 57 y mi meta es llegar a la 100, sin apurar el proceso.
Así va quedando mi libro, que será como un coffee table book:
Estoy muy agradecida por este espacio para expresarme, por proyectos que me llenan los ojos de lucesitas, y por ti, que me lees.
Terminaré el año y seguiré preparando la tierra, para que el 2024 sea el año de florecer.
-A
Adri, amo leerte. Gracias por abrirte, por compartir tu proceso. Por dar luz. Por mostrar que SÍ se puede. Te abrazo.