A principios de este año me prometí a mí misma ser radicalmente honesta. Me di cuenta que muchas veces me daba “miedo” decir la verdad (o decirme la verdad) sobre ciertas cosas, incluso en algunas muy pequeñas como mentirle a un mesero cuando no me gustó el plato en el restaurante para no quedar mal, o decirle a un cliente que no quiero seguir trabajando con él. Así que una de mis metas fue ser radicalmente honesta conmigo misma, especialmente cuando escribo.
Empecé esta práctica de ser muy honesta en mi journal, con la confianza de que nadie lo va a leer y nadie me va a juzgar, que parece ser el miedo que se oculta tras mi resistencia a admitir las cosas. He tratado de llegar al fondo del asunto y lo he hablado mucho en terapia. Al principio me juzgaba a mí misma por hacerlo, pero poco a poco fui agarrando confianza. Y en una de mis últimas sesiones con mi psicóloga entendí que por un lado me estaba diciendo la verdad (en mi cuaderno), y por otro lado estaba haciendo cosas totalmente opuestas. Perdí la coherencia. Y esta incoherencia me hizo reaccionar.
No sé exactamente cuál fue el momento que detonó mi “honestidad radical” pero sé que desde hace algún tiempo, siempre que voy a hablar, responder algo, escribir, o lo que sea, me pregunto a mí misma: ¿Estás siendo radicalmente honesta?
Cuando empecé a decir la verdad, muchas cosas se empezaron a acomodar. Muchos monstruos vivían en mi cabeza. Muchos miedos que tenía no existían. Muchas respuestas y situaciones eran imaginarias. No pasó nada y pasó todo a la vez.
Una vez que empiezas a decirte la verdad, ya no hay vuelta atrás. La verdad empieza a salir por todos lados si decides no honrarla. Si la has estado ignorando por tanto tiempo que se empieza a desbordar como una represa en un río extremadamente caudaloso en temporada de lluvia. Cuando intentas taparla de nuevo no puedes, porque ya no entra en el contenedor.
Decirte la verdad cuando el mundo quiere que vivas una mentira es un reto, va a necesitar todo de ti. Vas a tener que defenderla con todas tus fuerzas, como león rugiente, y van a haber momentos en los que vas a desear no haberla sacado a la luz. Pero no puedes vivir una mentira. Y una mentira puede ser incluso una verdad a medias. Una verdad a medias nunca va a ser una verdad.
Entonces enamórate de decirte la verdad. Empieza de a poco, con las cosas pequeñas, mientras vas ganando confianza. En algún momento te darás cuenta que las cosas pequeñas se convierten en las cosas grandes (tu vida). Esto significa que las cosas pequeñas SON tu vida.
¿Por qué vas a desperdiciarla viviendo una mentira?
Sé radicalmente honesto. Con lo que quieres, con lo que te gusta y con lo que no te gusta. Con lo que esperas de la vida. Con los proyectos que te hacen feliz y con los que no quieres. Con las personas que te gusta tener cerca y con las que prefieres tener más lejos.
El mundo necesita más honestidad radical. Y tú la necesitas para ser más feliz.
-Adri
La verdad nos hará libres ❤️
Hola, Adriana.
me ha gustado mucho tu texto y la evolución por la que comentas que pasaste. Es esperanzador y no puedo estar más de acuerdo. Además, creo que hoy, hemos escrito casi de lo mismo.
https://open.substack.com/pub/claudiacastano/p/ser-quien-eres?r=1pbuze&utm_campaign=post&utm_medium=web
Feliz sábado. :)