Cuando tu hogar está en muchos lugares

Hay procesos que me cuestan más que otros. Mudarme, comprar muebles, hacer trámites de visas despiertan algo en mí que no me gusta remover. Es como meter el dedo en una herida abierta. Quizás no tan abierta ya, pero de vez en cuando se abre. Hoy tuve un trámite importante y he estado el día entero con ansiedad, y no la comprendía hasta que me senté a escribir. 3 páginas después, salió esto y sentí como que me saqué una espina que tenía clavada.

Hoy me dieron la residencia permanente en el tercer país donde la he tenido.

Y el país de mi pasaporte, sigue siendo diferente a estos tres.

Entonces cuando me pregunto dónde está mi hogar,

me frustro por no poder responder.

Porque mi hogar está aquí, y mi hogar está allá, y mi hogar está en donde una vez lo dejé.

Hoy no he podido parar de pensar en todas las personas que para mí fueron hogar,

En todas las calles que un día llamé mías,

En todos los códigos postales que un día ocupé.

En todas las ventanas que me vieron llorar

Y en todas las paredes que me vieron crecer.

Y en todas las vidas que he vivido en tres décadas,

Que parece que no tienen relación entre sí,

Pero tienen algo que las une, que está muy dentro de mi.

Y hoy con un sabor amargo pero dulce a la vez,

Me doy cuenta que mi hogar está en donde sea que yo esté.

Comprenderme me alivia. En mi cabeza la permanencia es un monstruo, me da miedo pensar en “para siempre”, sobretodo cuando se trata de quedarme en un lugar. Siempre he dicho que para qué quiero raíces si tengo alas para volar, y pies para caminar. Pero a veces toca echar raíces para poder florecer. Por eso una vez que escribí, y me costó un rato llegar ahí, me comprendí. Me tuve un poco de compasión y me dejé de juzgar por pasar todo el día llorando y con ansiedad. En cierta forma siento que abracé a la Adri pequeña que lloraba cada vez que se mudaba de ciudad y que quizás nunca comprendió que su hogar era ella misma.