Vengo de una familia de cocineras. No me refiero a ningún chef ni nada profesional, pero en mi casa siempre estuvimos acostumbrados a comer delicioso, en parte gracias a mis dos abuelas.
Mi abuela materna, Mary Carmen, era española, se casó con un venezolano y se llevó toda su vida y sus recetas a su nuevo país, acostumbrando a sus 6 hijos a desayunar arepas por la mañana, y almorzar tortilla española por la tarde. Una mezcla perfecta, si me preguntas.
Por otro lado, mi abuela paterna, Gloria, nacida y criada en Venezuela, tenía una sazón inigualable, bien criolla. Su lenguaje de amor era cocinar. Fue madre de 5, así que siempre había bastante comida en su casa. Y los postres que hacía eran simplemente espectaculares. Mi favorito: jalea de mango preparada con mangos de temporada del árbol de su patio trasero. Lo más fascinante era pedirle que te enseñe cómo hacerlo, porque ponía su alma y corazón en explicarte. Incluso durante una temporada en la que mi abuela Gloria estuvo en mi casa por un tiempo, me sorprendí de ver la facilidad con la que preparaba el almuerzo. Era algo tan natural para ella que parecía que había nacido para hacerlo.
Con mi abuelita Mary Carmen nunca tuve ese bonding-time alrededor de la comida, porque enfermó de Alzheimer apenas yo nací. Sin embargo, mi mamá, verdaderamente heredó sus talentos culinarios, y muchas de las recetas que ella prepara se las atribuye a su propia madre, pero siempre dándoles su toque personal.
A mi, de pequeña, nunca me encantó cocinar. Siempre dije que mi hermana mayor fue la que heredó el talento en la cocina, yo me dedicaba simplemente a comer. Y lo disfrutaba mucho. Sin embargo, alrededor del 2013, empecé a alimentarme más conscientemente. De pequeña fui mañosa con la comida, pero ya de grandé aprendí a incorporar más vegetales en mis platos, a no comer tanto dulce y chuchería, a investigar el impacto que tenían ciertos alimentos en mi cuerpo. Junto con Instagram llegó Saschafitness, que nos enseñó a mi y a mi generación a hacer versiones saludables de cosas que comíamos normalmente. Empecé a pasar mucho tiempo en la cocina intentando recetas, yendo a mercaditos a conseguir nuevos ingredientes, y a veces hasta improvisando cómo preparar una nueva versión de pancakes saludables. Lo mejor de todo, es que me gustaba lo que preparaba, así que lo comía con mucho más placer, sabiendo exactamente cómo había logrado la textura perfecta en cada preparación.
Unos años después me fui a vivir sola a otro país y empecé a explorar mi creatividad en la cocina. En la pandemia me inventaba cualquier tipo de postre saludable para calmar la ansiedad de dulce, y llamaba a mi mamá todos los días para preguntarle recetas de cosas que ella hacía en casa. Muchas veces transcribía las recetas y las guardaba en una nota en mi celular. Poco a poco fui haciendo una carpeta y se me ocurrió hacer un recetario con todas las recetas de mi mamá. Así que en la pandemia fue mi proyecto más grande. A distancia y con ayuda de mi esposo (en ese momento novio) que le encanta cocinar, nos pusimos manos a la obra. El rol de mi mamá era bajar todas las recetas que tenía de su cabeza al papel. Mi esposo me ayudaba a cocinarlas, y yo las emplataba y les tomaba fotos para luego agregarlas al diseño del ebook del recetario. En realidad empezó como un proyecto para mi, para yo tener un lugar donde buscar todas estas recetas, pero luego me di cuenta que quizás más personas se beneficiarían de tener este ebook con muchas recetas para cocinar en casa día a día. Lo llamamos ‘Everyday Cooking’ y lo vendí en mi página web por un tiempo. Muchas personas que lo compraron luego me escribían que les resolvía la vida cuando no sabían qué cocinar.
Hacer ese ebook fue uno de mis proyectos creativos favoritos. Pude poner en práctica muchas de mis herramientas: tomar fotos, algo de diseño, algo de foodstyling. Y descubrí algo que hasta el día de hoy no se me olvida nunca: cocinar es un acto creativo.
Desde hace un tiempo he estado trabajando mucho como fotógrafa/creadora de contenido de comida para distintas marcas, y me he dado cuenta que las personas que se dedican a cocinar productos para vender son sumamente creativas, aunque ellos mismos no lo vean. Admiro mucho la capacidad que tienen para crear una receta desde cero, para hacerla visualmente atractiva y para de vez en cuando improvisar sin receta.
Por mucho tiempo me negué a cocinar. Cuando me casé, siempre decía que mi esposo era mejor cocinero que yo (sigo pensando que lo es). Pero últimamente estoy experimentando un poco más. Si mi misión es vivir la vida más creativa posible, cocinar es una gran parte. Es algo que hacemos TODOS los días. Qué creativo hay que ser para cocinar platos variados todos los días. Y si muchas veces cocinaba pensando únicamente en el resultado, o en el plato final, estoy poco a poco aprendiendo a amar el proceso. A improvisar usando los ingredientes que tengo en la nevera. A poner mi música favorita mientras preparo la cena. A combinar ingredientes que no se me hubiera ocurrido mezclar. A variar los platos que como cada día. A tratar de incluir la mayor cantidad de vegetales posibles de distintas formas. A inspirarme viendo otras recetas y darles mi toque personal. A tener paciencia y aceptar que es un proceso, y que hay recetas que no se pueden apurar.
Cocinar es un acto creativo.
PS: Un libro que amé este año que tiene algo que ver con la cocina es Lessons in Chemistry, la historia de una científica química, que la contratan para tener un programa de cocina en la TV. Ella decía que la cocina es química pura: mezclar elementos y esperar cierta reacción. Me parece fascinante esa forma de verlo y me encantó la historia. También hay una serie en AppleTV basada en el libro.
Otro libro que estoy empezando a leer, que si bien no tiene mucho de cocina, tiene mucho de los ingredientes: Becoming Trader Joe. La historia de cómo empezó esta tienda que me parece que hace muchas cosas bien. Si has tenido la oportunidad de ir a una, me entenderás. Ir a Trader Joe’s te inspira a cocinar: hay tantos ingredientes interesantes y deliciosos que te dan ganas de probarlos todos.
Por último, acá te dejo el link de mi ebook. Una colección de +30 recetas con sabor a hogar.
Con amor,
Adri
Qué bonito ver la cocina desde ese punto de vista. A mí la impaciencia me hace imposible disfrutar del proceso de cocinar y, alguna vez que lo he intentando de forma consciente y con cariño, me he sentido frustrada de todo el trabajo invertido para lo rápido que se consume. ¡Espero que algún día me llegue el momento!
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